►OBRA ANTERIOR (2002-2005)
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SURREALISMO. ARTE Y ARTISTAS PINTORES SURREALISTAS
Merello. Don Quijote Blanco- (92x73)
José Manuel Merello
Merello. Mijer Azul(146x114)
SURREALISMO.
ARTE Y ARTISTAS PINTORES SURREALISTAS
Merello. El Cuento del Caballito Azul. (73x92)
PINTURA SURREALISTA.
Ultima actualización → jueves, 19 de enero de 2023
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© José Manuel Merello Arvilla.- (2003)
SURREALISMO. ARTE Y ARTISTAS PINTORES SURREALISTAS
"Un buen dibujo no desmerece en nada a una buena pintura. Es más, bajo todo cuadro subyace necesariamente un dibujo que lo sustenta, un esqueleto que lo arma y lo vertebra. Todos los cuadros que carecen de esta base se desmoronan y resultan flácidos. Una garantía de calidad en pintura es un buen dibujo. La cuestión fundamental es qué cosa entendemos por un buen dibujo...pero esto es otra historia"
"Todo el mundo se pregunta qué cosa es el arte. Yo pienso que el arte es toda aquella creación humana que consigue elevar el espíritu a un plano superior de emoción y sobrecogimiento."
"...ser pintor, escritor, escultor o músico no otorga ningún rango por encima de cualquier otra profesión. Existen, por supuesto, infinidad de dedicaciones y labores que llevadas al extremo de su perfección superan indudablemente a la mayoría de las obras de los que se dedican al arte. Un maravilloso artesano creador de mantones de Manila puede llegar más lejos que un mediocre escultor, su trabajo puede ser muy superior. O un gran futbolista puede provocar mayores pasiones que la mayoría de nosotros, los pintores. Ser "artista" no es un seguro de nada. Pero si nace un genio seguro que solo nace para las grandes artes además de para la ciencia, la filosofía o la política. No podemos comparar la Capilla Sixtina de Miguel Angel o la Ley de la Gravitación Universal de Newton con el mejor de los goles del mundo. El Arte con mayúsculas es fácil de detectar; su luz continúa brillando a través del tiempo."
"La pintura española mantiene a lo largo de los siglos una mirada serena y melancólica: trágica pero nunca violenta. No existe pintura española violenta. Ni aún el más fiero Goya ni el más horrorizado Picasso perdieron jamás la compostura y la clase con sus pinceles."
"La Historia del Arte es la historia emocional y espiritual del hombre. Es un recuento de sus sentimientos más sublimes materializados en creaciones que traspasan el tiempo. Altamira y Lascaux son ejemplos primitivos de este afán del hombre por expresar sus emociones. Yo no creo que haya ninguna época artística superior a otra en cuanto al impulso inicial de dejar constancia material de una emoción o un placer espiritual; en cambio sí creo que hay etapas del arte que son superiores unas de otras a partir del momento en que el ser humano progresa en su técnica. Así como el progreso científico va en línea siempre ascendente, el progreso artístico, que necesita de la tecnología para poder avanzar, crece en una línea ascendente aunque discontinua porque depende de al menos dos parámetros para ello: la técnica y la emoción espiritual. El arte no es solo un sentimiento; el arte es su plasmación, la encarnación, el sentimiento esculpido, escrito, materializado, mediante la habilidad técnica. El hombre primitivo no tenía más que unas mínimas herramientas para expresarse y por eso su arte es más básico que, por ejemplo, el Arte Barroco. El problema radica en que técnica y emoción no crecen siempre paralelas y quizás así, a veces, podamos encontrar etapas del arte que con una técnica inferior posean un impulso emotivo y espiritual mucho más intenso y puro que otras en las cuales, con más medios, el arte se debilita porque el alma del hombre está más enranciada, reprimida o manipulada. Si el espíritu del hombre pasa por una época sublime y libre, y le acompaña una tecnología superior, entonces estaremos hablando sin ninguna duda de una Edad de Oro del Arte."
"El Arte Moderno hoy, es un espacio de libertad y aire fresco impensables hasta ahora. Nunca antes en la Historia del Arte hubo tantas posibilidades técnicas para los Artistas ni tantos lenguajes artísticos para expresarse con plenitud. Al margen de exclusiones y favoritismos -que siempre los hubo-, las distintas escuelas y tendencias del Arte tienen un campo abierto frente a sí que auguran fabulosas creaciones en los años venideros..."
"El Surrealismo, que en sus comienzos, en el Siglo XX, nació como un movimiento artístico perfectamente delimitado, es ahora una tendencia perforada por el Expresionismo, la Figuración, la Abstracción y multitud de escuelas que lo enriquecen sin dispersarlo, y lo amplían sin anularlo. Yo pienso que las fronteras en Arte tienden a desaparecer. Aún es complejo reflexionar sobre ello porque estamos en el presente de este multimovimiento del Arte que camina hacia el Arte único. Pero cuidado con esto; nunca, por el contrario, un Arte único deberá ser una imposición, ni un movimiento absoluto. El Arte es libre por naturaleza y siempre se escurrirá, como el agua se escurre entre los dedos, de los presagios y de los horizontes que se le quieran marcar o imponer."
"El arte del siglo 21 es un espacio abierto casi infinito. Nunca antes hubo tantas posibilidades de expresión, ni tampoco hubo tantos medios técnicos para los artistas contemporáneos. El nuevo siglo recoge, de momento, la frescura y la libertad conquistada por los artistas en el siglo 20. El arte moderno, la pintura moderna, desconciertan al público en general, lo escandaliza y lo rejuvenece a la vez: yo pienso que esto es un claro síntoma de que jamás hubo, a pesar de todo, tanta transparencia ni tanta libertad para el espíritu humano."
"Muchos
museos y galerías de arte moderno de España, en el
presente siglo 21, son espacios fríos, duros, metálicos
y extremadamente minimalistas. Minimalismo mal
entendido. Esta moda estética tan pedante e intelectual
se verá ridícula con el paso de los años. El norte es el
norte y el sur es el sur.
En España somos a veces tan torpes que construimos una
arquitectura fría y dura, típica de los países del
norte, completamente alejada del estilo mediterráneo,
salvo algunas excepciones como el arquitecto valenciano
Santiago Calatrava que es capaz de entender el arte
moderno de una manera refrescante y pasional, llena de
vida y de sol mediterráneo. Pero para muchos otros
arquitectos españoles, actualmente, el estilo
mediterráneo no parece suficientemente interesante, ni
avanzado, y en España muchas galerías y museos de arte
actuales dan hasta miedo de entrar en ellos y los
extranjeros nórdicos que los quieren visitar creen,
sorprendidos, que han vuelto en un instante, como en un
relámpago, a sus países del norte. Aunque ellos quieren
ver y sentir la alegría y el color cuando visitan España
y sus museos y galerías de arte, en cambio no encuentran
nada del calor mediterráneo ni del estilo acogedor
español. Supongo que solamente es otra estúpida moda.
Ser modernos no es ser serios, prepotentes y grises.
¿Podemos imaginar el efecto patético de una galería de
arte minimalista de estilo nórdico en Guinea Ecuatorial?
Estoy seguro que algunos africanos se cagarían muy
contentos dentro de ellas. Puro arte."
El retrato en la calle o el mundo a un palmo de distancia.
"Yo soy
un pintor de la calle. Todo lo que sé lo aprendí en
la calle, gracias a la calle, contra viento y marea,
pintando niños, mujeres, viejos y retrasados, gordas
asmáticas y flacas estilosas, guapas y feas,
pedantes y soberbios, intelectuales y catetos, de todo. Haciendo
retratos y caricaturas de cualquiera que pasara, a
un palmo de distancia de sus respiraciones y su
piel: he dibujado rondas enteras de Síndromes de Down que alborotaban muy educadamente a mi alrededor
sonriéndome saturados de entusiasmo y dicha porque
los dibujara: cabreados y presumidos si no se
gustaban. He pintado mujeres bellísimas, a dos
palmos de sus ojos y de sus tetas, con derecho a
mirarlas fijamente, como concentrado; algo
maravilloso. He dibujado hombres de toda condición:
a todos a pie de calle, sobre la misma silla y sin
distingos, triunfadores o fracasados, serenos o
amargados, avejentados, chulos, déspotas, pijos o
tatuados hasta las orejas…He dibujado grupos de
borrachos y borrachas que se me caían encima,
muertos de la risa, well, well, you are our friend,
can you draw her like a dog? He dibujado cientos de
retratos contundentes, en quince minutos o
menos, y retratos cursis y relamidos, con destellos
en los ojos y fusiones y difuminados imposibles pero
que causaban furor y excitación a las señoras de
peluquería y a sus secuaces. He dibujado a presión,
como un autómata, sometido al agotador trabajo y a
las exigencias e impertinencias de la gente; pero
por todo eso y por más, sé lo que hay que hacer
según quién y para quién y eso he hecho y aún hago,
que en la calle hay que pintar sin remilgos y además yo lo
que quiero es observar, ya que el resultado me es casi
indiferente. Sé cuando las cosas están bien hechas
porque también sé hacerlas mal, y es que puedo
llegar a hacerlas realmente detestables, así como
hacerlas refinadas, elegantes y de línea preciosa y
precisa. Después de miles y miles de dibujos se
acaba por aprender; aunque también he visto a muchos
que no aprenden ni a palos. He visto dibujantes
buenísimos y caraduras ganándose unas pesetas con el
cuento al desesperado marido de que así la veo yo a
su mujer.
La calle mantiene mi pulso firme, diestra mi mano y
atentos mis ojos, y me da la libertad, me enseña
cómo está el mundo a cada instante, de qué manera se
renuevan las hechuras de la gente año tras año. La
calle y la gente que pasea es para mí un altísimo
porcentaje de mi inspiración, lo que me nutre y
alimenta. El precio que pago por ello es alto, desdeluego, pero me compensa sobremanera y lo asumo
como puedo. Todo el año pintando encerrado en el
estudio no sería posible sin estas bocanadas,
agotadoras, de aire fresco callejero y mundano.
Podría escribir páginas enteras sobre la gente y los
pintores de la calle, sobre el mercadeo del arte a
pie de cloaca, sobre las peleas y riñas de los
vendedores de juguetes, vendedores de garrapiñadas,
de feriantes de globos, de mimos y de aburridos
músicos venga una y otra vez siempre la misma
cantinela. Y también algunos sordomudos que reparten
sus tarjetitas con el abecedario de gestos, y que
vienen a contarme con sus aspavientos que no, que
hoy nadie da un duro ya.
La infinita calle. Los infinitos personajes. La
eterna gente de todas partes.
Y toda esta información está ahí, en algún lugar de
mi cerebro, ocupando una bastísima región de miles y
miles de personajes, cada uno diferente, cada quién
según su historia y su mirada, su plante y su
sonrisa, sus ojos huidizos, o altivos y desafiantes,
sus bocas carnosas sobre una clavícula
frontera de un pecho turgente y palpitante; o sus
labios finos y nerviosos, delatores a veces de una
personalidad intolerante y otras de una represión
emocional que les adelanta la quijada y les aprieta
el labio (¿serán ambas personalidades la misma?). Y las enormes
y variadísimas
narices europeas, narices de siglos de batallas, de
siglos de Ilustración y de siglos de
todo.
La calle es una mina infinita para un pintor (y para un
escritor tal vez lo sea vez más). Un trabajo duro, intenso,
bajo la humedad más fuerte, las ráfagas de viento
más enloquecidas, las nubes más amenazantes, el
calor sofocante o el frío, el frío que asusta a las
madres: dese usted prisa, por Dios, que la niña se
pondrá mala: y los goterones de las lluvias de
agosto que caen, que no caen, sobre la modelo, sobre
el dibujo, arruinándolo entero.
Ya cada vez acudo mucho menos a pintar a la calle, ya no
es como antes, ya no aguanto las horas y horas de
dibujo intensivo, (mañana, tarde y noche), -aunque
realmente es
esta presión del exceso de trabajo lo que más me ha
enseñado-, que no vale hacer dos dibujitos, ni cinco,
que no
sirve el término medio. O vas a destajo y con el
aliento del ansioso público en tu nuca esperando
exigente su turno, o no hay concentración, ni
tensión, ni
aprendizaje; ni rápida observación al vuelo para contrastar,
en alerta constante y en pocos minutos, las ínfimas variaciones entre los distintos
personajes y entre sus diferentes mundos. Al menos
es así como yo he aprendido a observar: he aprendido
bajo la intensa presión de la calle.
Ahora, el dinero que se gana allí es
solo testimonial para tanta faena. Quizás sirva para
pagar unas vacaciones para mis hijos fuera de la
ciudad, o unas clases de inglés, que no mucho más, o
para lo que venga bien, que siempre hay provecho,
cuando no pura necesidad: los materiales de pintura
para pintar durante el año, en su momento y durante
años los pagaba con ese dinero, o también, y
sobretodo, me servía para comprar mi libertad y pintar luego
lo que me diera la gana, sin explicaciones a nadie.
Pero a pesar de todo, a pesar de que ya es poco
lo que se gana, a pesar de que la presión de la
gente y de la pintura a destajo ya no la tolero con la misma serenidad de
antes, a pesar de todo, yo aún así sigo yendo, -no
sé por cuánto tiempo ya- mucho más relajado,
muchas menos horas y muchos menos días, a
observar de cerca, muy de cerca, las finas arrugas
del mundo, los enjoyados escotes de las pechugas más
poderosas de la tierra al sol de la tarde, los pircings más estrafalarios de comienzos de siglo,
los lazos más rosas y nacarados de las niñas más
irreales del universo, las barbas y bigotes de los
señores más anticuados y de nuevo resucitados, la
mezcla de razas y de condición, en fin, más rica de
la tierra para un pintor.
Ah! la calle... Hoy, aunque jamás imaginé que lo haría, doy finalmente las gracias a la Escuela de Bellas Artes, que con su rechazo continuo durante cinco larguísimos años acabó mandándome a la puta calle a luchar, a la rica calle y al mundo, que han sido, al cabo, mis guías y maestros. Gracias, señores académicos, por mostrarme el verdadero camino del aprendizaje." JOSÉ MANUEL MERELLO
La Nueva Cocina como Arte.
"Yo lo veo muy claro. Clarísimo.
El Arte, con mayúsculas, es lo sublime mediante la
técnica del hombre. Nada más. El Arte, para que así
sea, implica silencio -un silencio latente en el
caso de la Música-, y emoción. Se trata de
sobrecoger al espectador hasta el punto de hacerle
llorar con aquello: un llanto interno, callado, una
corriente de intensa emoción que le recorra la
sangre y la piel y le haga peligrar su semblante
soberbio.
A mí me parece maravillosa la palabra artesanía.
Mediante ella se clarifica todo este embrollo, o
casi todo. ¿Porqué no aplicarla más a menudo para
identificar muchas labores humanas sin más
pretensiones? A mí me parece dignísima palabra, con
un significado certero y humilde que da grandeza a
tantísimas creaciones y oficios del hombre. Pero
parece que no, parece que no es suficiente esta
sencilla y perfecta palabra para muchos que quieren,
ridícula y estúpidamente, subir de categoría a su
oficio. Es una simple cuestión de vanidad, soberbia
y falta de humildad. La única limitación que le veo
a la palabra artesanía es que cierra el paso a toda
evolución del oficio. Y hay oficios que aún estando
en su edad de piedra encierran en sí mismos el
germen de lo que quizá pueda llegar a ser algún día
Arte; pienso en la Alta Costura y pienso en la Alta
Cocina, por ejemplo.
Y siendo así, entonces, ¿qué ocurre con las
creaciones del hombre que aspiran al rango de Arte?
Pongamos por caso la Nueva Cocina, que acaba de
hacer acto de presencia en Bienales y cotos exclusivos hasta hoy
para el Arte y que se pretende introducir ya en
museos. ¿Es Arte la Cocina? Pues está tan claro y
transparente como el agua que no lo es. No es Arte la
Cocina. Pero cuidado, esto es así hoy, en esta época. La
Cocina está en un estadio muy primitivo de la "Arteidad"
(perdón por el palabro), nivel tan primitivo que no es ni
por asomo Arte. Lo podríamos comparar con Altamira o
menos aún (el arte primitivo todavía no era Arte en
su máximo nivel, por más que muchos se empeñen). La Cocina sería, hoy, como los primeros
trazos para la Pintura del hombre primitivo en la
arena o en las paredes de las cuevas. O los
garabatos de un niño. Nada más. Y que nadie se
ofenda por esto, ya que la mayoría de los pintores,
músicos o escritores tampoco hacen Arte e incluso
están en un nivel evolutivo de creación inferior al
de muchos cocineros o deportistas.
Pero hay que ser cautos y tener elasticidad mental
(creatividad al fin y al cabo) y otorgarle el
beneficio de la duda a la Cocina...del futuro. Y la
cosa es tan simple como seguir el viaje común a
todos los sentidos humanos, su evolución natural
desde su estadio más primitivo hasta el alba del
Arte. Podría ser más o menos así: supervivencia,
sexo y guerra, pasión, diversión y entretenimiento,
emoción, y finalmente el sobrecogimiento y lo sublime.
La Cocina (y el Deporte, y la Alta Costura, y los vinos, y tantos otros
aspirantes a ser denominados Arte) estarían en el
estadio evolutivo de la pasión o de la diversión,
que no es poco ni despreciable, nada más lejos; un
estado estomacal, sexual, sanguíneo, de pelea o
fraternidad, cachondeo y quitapenas. Nivel delicioso
y maravilloso sin duda, pero muy lejos
aún de los estadios más avanzados para el espíritu
humano: la emoción, el sobrecogimiento y lo sublime mediante la técnica
más compleja. Y para llegar hasta ahí la cosa
va para largo, tal vez décadas, quizás siglos aún,
pero no me cabe duda de que se llegará. Llegarán a
ser Arte. Arte en silencio.
Así que no hay más que hablar. El tema para mí está
zanjado. Disfrutemos como enanos y reyes de la
maravillosa Cocina actual o de siempre, que se
premie con los más prestigiosos galardones a
los mejores cocineros y deportistas, que se escriban
suntuosos libros sobre su labor y su historia, y
cojamos un etílico punto que nos transporte a un
lugar dicharachero y placentero con el mejor de los
vinos mientras nos entregamos a los placeres de la
carne mediante el Kamasutra si se quiere (o se puede)...pero por favor, abstengámonos de
llamarlo Arte. De momento."
José Manuel Merello
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SURREALISMO Y EFECTO DALÌ-MAGRITTE.
¿Que mi pintura no es surrealista? Desde el momento
en que un jarrón no se posa sobre una mesa sino que
gravita, o que el sombrero que le coloco a una mujer
es un sol en el ocaso, estoy haciendo surrealismo.
Mejor o peor, pero surrealismo. Qué aburrimiento y
qué monserga con que la pintura surrealista tiene
que ser chiclosa, lamiosa, con degradados siempre
blandos y trucos de prestidigitador que esconde
culos en manzanas o atraviesa a sus mujeres con
vaporosos velos de sirena y destellos nucleares de
planetas sinfónicos. No, el peso de Salvador Dalì y
de René Magritte, entre otros, es demasiado poderoso
entre muchos pintores lacios que no supieron ni
saben entenderlos y que abusan de su legado
distorsionándolo y debilitándolo, convirtiendo una
forma de hacer surrealismo en obligada técnica. A
veces soy surrealista, pero también soy
expresionista, y me apunto al popart si se me tercia
en alguna esquina del cuadro. Puedo pintar un cuadro
surrealista sin por ello abandonar mi técnica ni mi
factura expresionista, o puedo ser pop con colores
ásperos y sin repeticiones manidas de marylines y
meninas velazqueñas de medio pelo: hago lo que me da
la gana. Hoy la pintura es un
poderoso legado heredado de siglos, libre y abierto,
y de él cada pintor coge cuanto gusta y
necesita. Sin fundamentalismos técnicos.
Abajo las dictaduras de lo planetario y lo fantástico,
de lo
monstruoso, lo minimal radical, del popart siempre
sopero y fosforito, y abajo el hiperrealismo de eterna
vía
de tren y el impresionismo de toque suelto por
narices. Menos mal que de cuando en cuando aparece
un pintor de la talla de Edward Hopper, por ejemplo, y limpia toda
la pintura y su técnica de tanta mediocridad y
pretensiones, hasta dejarla desnuda y cristalina, en
su más pura esencia y actualidad, al más puro estilo
Alfred Hitchcock. Y libre.